Dos detalles en los datos de inflación estadounidenses

Tras el pico registrado en mayo de 2014, la inflación en Estados Unidos ha sido sorprendentemente baja durante los últimos meses. Según las últimas estadísticas publicadas en septiembre, el IPC subyacente (que excluye los precios de la alimentación y la energía) se sitúa en un mero 1,7% y gran parte de esta debilidad es atribuible al descenso de los precios de los bienes. Según la Oficina de Estadísticas Laborales de los Estados Unidos (BLS), durante los últimos seis meses no se ha producido aumento alguno en el precio medio de las importaciones, excluidos los combustibles. La mayor fortaleza del dólar, el abaratamiento de las materias primas y los recortes directos de precios han contrarrestado con creces el impulso alcista en los precios del sector servicios. En general, la desinflación registrada por el sector de bienes durante los últimos dos años ha frenado el IPC general estadounidense, lo cual ha permitido a la Reserva Federal adoptar políticas de estímulo destinadas a encarrilar nuevamente a la economía.

Sin embargo, cabe esperar cambios en este panorama. La desinflación de los bienes ha comenzado por fin a atenuarse, y la fuerte inercia de los mercados laboral y de la vivienda ya ha empezado a ejercer cierta presión sobre los precios del sector servicios. ¿A qué deberíamos estar atentos? Como siempre, los matices son muy importantes. Existen dos indicadores primarios del sector servicios que merecen seguirse de cerca.

El primero es el de los alquileres residenciales. La vivienda es uno de los componentes más importantes de la inflación subyacente en Estados Unidos, y se deriva del coste de la vivienda en base a los alquileres, no a los precios de los inmuebles.

Tal como ilustra el siguiente cuadro, las tasas de desocupación han bajado rápidamente y hoy se sitúan en un 7,5%, el valor más bajo de esta variable desde que comenzó a medirse. Esto sugiere que el mercado de alquileres se está cerrando rápidamente y apunta a que los costes del alquiler aumentarán inevitablemente en los próximos 12 a 18 meses.  De persistir esta tendencia, la actual oferta de viviendas podría no tardar en ser insuficiente para satisfacer la creciente demanda atribuible a la mayor solidez del mercado laboral y al aumento de la formación de hogares.

En base a las actuales tasas de desocupación, además, los alquileres residenciales podrían encarecerse entre un 4% y un 4,5% en los próximos 12 meses. Dado que estos representan aproximadamente un 40% del IPC subyacente, su subida podría provocar un aumento significativo de la tasa de inflación anual.

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El segundo indicador que merece la pena seguir de cerca es el de los costes de la atención sanitaria, que constituyen el componente más grande del índice de gastos en consumo personal, o “deflactor del gasto en consumo personal” (el que suele seguir el Comité Federal de Mercado Abierto de la Fed), al representar aproximadamente un 20% del índice.

Es probable que la inflación de los servicios médicos también se vea beneficiada por la mayor solidez del mercado laboral. Ahora que las solicitudes de subsidio de desempleo han bajado hasta mínimos plurianuales y que el empleo privado no agropecuario ha superado el pico anterior a la crisis, todo apunta a un aumento de la demanda de servicios de salud. Además, según el Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos, es probable que el nuevo plan sanitario “Obamacare” se traduzca en un aumento de los gastos en salud, ahora que una parte de la población que anteriormente carecía de seguro ha pasado a tener acceso a atención médica.  Con el tiempo, la mayor demanda de servicios de salud frente a una oferta relativamente constante debería traducirse en una presión alcista sobre los precios de los servicios médicos.

Durante los últimos tres años, los precios vinculados a servicios han registrado incrementos sistemáticamente superiores al 2%. De cara al futuro, la inflación en el sector servicios debería hacerse más pronunciada a medida que se fortalece el mercado laboral y aumentan las presiones salariales. El siguiente gráfico muestra una correlación razonablemente sólida entre ambos componentes desde la gran crisis financiera.

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Hasta el momento, el mayor lastre sobre la inflación puede atribuirse a la presión descendente de los precios de bienes procedente del extranjero. No obstante, teniendo en cuenta que la inflación del sector servicios pesa tres veces más que la inflación de bienes en el IPC subyacente, tendría que producirse un descenso inusualmente grande en este último componente para evitar una tendencia alcista de la inflación de ahora en adelante.

El valor de las inversiones fluctuará, por lo que el precio de los fondos puede subir o bajar, y es posible que no recupere la inversión inicial. Las rentabilidades pasadas no son un indicativo de las rentabilidades futuras.

Ana Gil

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